Para el análisis financiero, se utilizan una serie de ratios, ya clásicos, que vimos en esta entrada hace tiempo.
Pero no porque sean clásicos y muy conocidos, son necesariamente útiles. En concreto, el más susceptible de llevar a errores de análisis (y no solo de análisis, también de decisiones) es el llamado Ratio de Efectivo:
Como vemos, este cálculo nos indica la capacidad que tiene la empresa para hacer frente a sus obligaciones en el corto plazo, con los recursos a la vista. La teoría clásica, indica que un valor adecuado para esta proporción sería de 0,3. Es decir, que deberíamos tener en el banco, el 30% del pasivo corriente.
Sin entrar a valorar si la proporción es adecuada o no, puesto que dependerá del tipo de empresa, si que podemos encontrar una limitación importante: No tiene en cuenta el crédito disponible por la empresa.
En un balance podríamos encontrar el crédito dispuesto, pero no el disponible. Si tomamos nuestras decisiones basándonos en estos ratios clásicos, podemos encontrarnos con errores importantes, que nos lleven a tomar acciones que no son adecuadas.
Si buscamos la proporción de efectivo de 0,3, según nuestro tipo de empresa, quizá tengamos un exceso de tesorería ociosa, y podríamos tener las líneas de crédito completamente dispuestas, aumentando de esta forma los gastos financieros.
Si por el contrario, no nos importa el valor del ratio de efectivo, y preferimos reducir nuestros gastos financieros, tendremos las líneas de crédito libres y poco dinero en las cuentas bancarias. En este caso, al hacer el cálculo del ratio de efectivo (o de otros como el de tesorería o el de liquidez) podríamos tener un valor «peligroso» que nos lleve a tomar acciones desesperadas. Y como podrás intuir, no serían necesarias, porque nuestras líneas de crédito estarían libres.
Así que cuando hagas una análisis financiero con estos ratios, ten en cuenta también el crédito disponible que tienes en pólizas, confirming, descuento…
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