Si me conoces, sabes que no destaco por mi altura.
Bueno, lo mismo sí, pero por mi poca altura.
Diría que todos mis clientes son, y han sido, más altos que yo.
¡Qué se le va a hacer!
No fui yo el que elegí medir 1,61m. Así que no es mi responsabilidad.
Quizá por eso, desde niño tuve que esforzarme en destacar por otras cosas.
En hacer bien todas mis tareas. De forma excelente.
Así uno puede destacar por méritos propios y no por algo que te ha dado sin más la naturaleza.
¿Por qué te cuento esto?
Pues porque uno de mis clientes, es especialmente grandote. Lo llamaremos Esteban, por aquello de «Este banco está ocupado…»
Y vistos juntos por la calle, no sé qué debemos parecer. ¿Te lo imaginas?
No sé lo que mide, porque no se lo he preguntado. Tampoco es relevante para mí. Exagerando, digo que mide dos o tres veces lo que yo.
Un día, Esteban me dio un abrazo.
Nos felicitábamos la Navidad de 2018, y me dio un abrazo.
Un abrazo gigante, como él. En plena calle.
Piénsalo, Esteban, todo grandote, y yo, a su lado, o casi debajo.
Y me susurró al oído unas palabras: «Me has salvado la empresa y mi matrimonio».
¡La leche!, pensé yo.
Lo de la empresa lo entiendo, lo otro se me escapa.
Así que pregunté por qué decía eso.
Esteban tenía (y tiene) una empresa.
Justo entonces cumplíamos 2 años trabajando juntos. A través de mi programa de Dirección Financiera externalizada.
En dos años, su empresa había cambiado. A mejor. Y su vida personal también, a mejor.
Hasta entonces, trabajaba mucho, facturaba mucho (y cuando se acordaba), pero el resultado era 0,00€ el año que mejor.
Otras veces le salían pérdidas por 1.000€. Digamos que su cuenta de resultados estaba a 0 y con encefalograma plano.
Además, tenía problemas de pago y muchas discusiones con las entidades financieras.
Todo esto le afectaba a su carácter y quizá le pasaba factura en su vida familiar.
Dos años después de empezar a trabajar conmigo, su empresa facturaba más y con mayor margen. Además, había mejorado (por no decir creado) su fondo de Maniobra. Se acabaron las discusiones en las oficinas de los bancos.
Su estado de ánimo mejoró.
Recuperó antiguas aficiones, y se subió el sueldo.
Vaya que si se lo subió.
Al quinto año de trabajar juntos se compró una casa espectacular, casi en el centro de su ciudad.
Me invitó a verla, y me dijo: «Esto es gracias a ti».
Y me dio otro abrazo aún más grande que el de tres años antes.
P.D.- Si quieres saber qué le iba diciendo a Esteban durante todos estos años, tienes muchas cosas aquí.
P.D.2.- Si como Esteban, quieres tener más sueldo para «tus cosas», necesitas una empresa más rentable y solvente. Mira aquí.
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